Una Mirada Al Modelo Chileno En El Apoyo Al Emprendimiento

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Cada año el gobierno de Chile dedica millones de dólares en distintos programas de capital semilla para el apoyo al emprendimiento, sin embargo el acceso a financiamiento sigue siendo una de las principales barreras que los emprendedores identifican para llevar a delante un negocio.

Chile es un país con un reconocido esquema de instituciones y subsidios de gobierno para apoyar el desarrollo de emprendimientos en etapas tempranas. En los últimos, 12 años se han impulsado una serie de políticas y programas públicos que han conformado un ecosistema de emprendimiento con distintos actores como incubadoras de negocios, aceleradoras, inversionistas ángeles y espacios de cowork.

Gracias al aporte económico del Estado, estas instituciones brindan apoyo técnico y financiero para distintos tipos de emprendimientos con el fin de lograr el desarrollo de negocios de alto potencial de crecimiento y startups globales.

En este escenario, con decenas de instituciones que apoyan a los emprendedores, miles de emprendimientos beneficiados y millones de dólares entregados como subsidio, la pregunta es ¿Por qué la falta de apoyo por parte del Estado sigue siendo una crítica recurrente entre los emprendedores?

En mi visión, más allá de la disponibilidad de recursos, existen elementos culturales del ecosistema de emprendimiento en Chile que surgen como consecuencia de este activo rol del apoyo estatal.

La miopía del emprendedor es una condición que actualmente afecta tanto a emprendedores chilenos y a los extranjeros que ha llegado al país. La miopía implica que al ingresar a un esquema de subsidio, los emprendedores podrían fijar su atención en una institución y programas específicos como única fuente de recursos para avanzar con sus ideas de negocios. Lo anterior, provoca una perdida de visión de otras oportunidades presentes en el entorno y una perdida de velocidad en el desarrollo del negocio al tener que adaptar las actividades y tiempos de ejecución a las normas que implica el uso de fondos del estado.

Otro aspecto critico, es la dispersión y la dificultad de acceder a la información de los apoyos disponibles entre cientos de programas distintos. Aún cuando, por parte del Estado, se han realizado esfuerzos para comunicar de mejor manera esta información, en términos prácticos ha resultado imposible concentrar toda la oferta de apoyos estatales disponibles.

Como tercer elemento, existe poca claridad en los requisitos y normas que los emprendedores deben cumplir para acceder a los beneficios, esto se debe a que una parte de los subsidios se entrega directamente a los emprendimientos, pero la mayor cantidad de recursos se entregan a través de incubadoras de negocios financiadas por el estado, de esta manera a las condiciones y normas establecidas por el Estado para el uso de los subsidios, se suman las exigencias particulares que cada institución intermediaria establece.

Por último, se suman a estos aspectos las problemáticas y desafíos propios de las políticas públicas como la asimetría de información, la dependencia de las instituciones a los subsidios, la captura de los programas por los incumbentes y la dificultad para evaluar los impactos generados más allá del número de recursos entregados.

Conclusión.

Entendiendo que el apoyo al emprendimiento en el mundo y en especial en Latinoamérica ha adquirido en los últimos años una gran importancia en los programas de Gobierno, parece relevante mirar la experiencia del modelo chileno, rescatando buenas practicas que permitan a través del apoyo al emprendimiento generar el impacto deseado en la creación de negocios que aporten a mayor crecimiento para los países, desarrollo de nuevos mercados y más y mejores empleos, objetivos que sustentan la intervención de Estado en este ámbito.

Josefa Villarroel. Año 2017.
Hoy crónica desde la Ciudad de Santiago de Chile |
Directora del Observatorio de Políticas de Emprendimiento (OPEM)
Especialista en Programas de Emprendimiento

Fuente: blogventurecapital